Es muy fácil encontrar perfiles de éxito. Casos ejemplares
que llevan a los hombres a figurar en la historia, pero ¿qué hay del perfil del
fracaso? Por qué el perfil del fracasado es menospreciado si se supone que del
error es que se aprende, de la experiencia queda la lección. El perfil del
fracasado es tan importante como lo es el de los excepcionales que hacen
historia.
¿Es un fracasado? Pregúntese si antes no lo había hecho.
Pero hágase esa pregunta usted mismo, no le pida ayuda al de al lado porque
nadie le va a decir en la cara que sí.
Haga memoria y busque a lo largo de su vida cuando tuvo
éxito y todas las veces que fracasó... ¿Tuvo éxito alguna vez? Aparte de ser el
espermatozoide que coronó el óvulo, qué otra cosa ha ganado en su existencia...
¿sí lo recuerda?
El fracasado no suele ganar nada. Pero ojo, no por eso todos
son fracasados. Hay que entender que el fracasado es quien soñó con algo,
quizás lo intentó y jamás lo consiguió. Hay otros que no sueñan con nada, no
tienen intenciones de intentar nada y consigan o no algo al final, les da
igual. Estos no son fracasados, son privilegiados, porque no se pasan sus vidas
en competencia de nada, son felices con la despreocupación total.
Para estas personas el ciclo de vida es simple: Nacer,
crecer, envejecer, morir y quizás su única preocupación será el bienestar de
sus descendientes por cierto tiempo. Y si no es así, miren la vida de sus
abuelos, ellos qué universidad, qué cargo gerencial, qué viaje ni qué nada. Del
campo a una casa en la ciudad (ELLOS SÍ LOGRARON TENER CASA PROPIA) y a criar
hijos y esperar visitas de nietos a la fecha.
En cambio el que fracasa, siempre tiene una bendita meta en
la cabeza que lo enferma y no lo deja tranquilo. El que fracasa desde que nace
tiene que andar pensando que la vida es una competencia y hasta que no gane, no
se va a sentir feliz. Lo triste del fracasado es que ese triunfo puede ser una
gotita de agua en un desierto. Algo tan efímero que ni sabrá como disfrutarlo.
Los motivadores usan la siguiente frase de Thomas Alva
Edison como ejemplo: “Yo no fracasé, sólo encontré 10 mil maneras en las que no
funcionaría”. Apliquemos esa frasecita a la vida de un fracasado. Pensemos cuántas
veces ha ido por la aprobación de un crédito y siempre sale negado. Cuántas veces
has consignado los miles que cuesta la solicitud de la visa americana y hasta
ahora nada de nada. Cuántos intentos fallidos de tener carro, de conseguir
empleo en X compañía, de casarse, de bajar de peso, de ser el titular en el
equipo, de ser independiente, de conseguir residencia en otro país, de evitar
colgarse con las tarjetas, de que le aprueben la tesis... Si quiere hágale caso
a Edison, él en el intento diez mil uno logró encender la bombilla.
Con chip incorporado
Hay una generación a la que le pica sobremanera el tema del
fracaso. Digamos que es la que ronda entre los 26 y 36 años actualmente, es
decir, aquellos que nacieron entre 1975 y 1985. Algo ocurrió genéticamente con
este grupo humano que es el que más síntomas de lucha anti-fracaso presenta.
El desespero por no lograr las cosas se les siente a toda
hora, transpiran ansiedad por miedo a fracasar. Y el miedo, es a cualquier
nivel, no solo el económico.
El desasosiego al fantasma del fracaso ante cualquier acción
es eminente, desde saber cambiar una llanta, hasta quitarle la pareja a alguien
es para ellos todo competencia, retos que los llevan a experimentar toda clase
de estrategias. Es fundamental tener en la cabeza el no fracasar. Sin embargo
para la inmensa mayoría, al final el resultado es otro.
Iban por la visa americana y viajaron a Girardot. El
objetivo era un cupo en Oxford y terminaron en la Pedagógica. Querían una
Toyota de concesionario y acabaron con el Chevette que les heredó un tío. Soñaban
en navidad con un Xbox y terminaron destapando un suéter de San Victorino. Se
iban a casar con el alemán empresario y ahora solo son las tías solteras de la
familia. Querían mínimo 350 en el Icfes (Ese era el puntaje de esta generación)
y ahora tienen pérdidas de memoria si les preguntan sus resultados... y así
hasta el infinito. Lo bueno es que tenían unas metas increíbles, eso hay que
destacarlo.
Y como para incrementar el mal del gen del fracaso, a esta
generación no se le pasa por la más remota neurona seguir el ejemplo de sus
ancestros. Si sus abuelos fueron campesinos y con eso consiguieron la felicidad
(el fin del hombre, de acuerdo a Aristóteles), a esta generación ni de riesgo
asomarla a un cultivo de cebollas. Si los papás terminaron el bachillerato y se
dedicaron a poner un negocio de cualquier cosa, a esta generación con pregrados
y posgrados en sus haberes, ni de fundas llegar a proponerle el traspaso del
negocio familiar.
Después de leer y hurgar en su memoria si alguna vez, aunque
fuera izó bandera, o tuvo algún otro logro de consolación o definitivamente pasó en blanco siempre. ¿Se
considera fracasado? Que no le duela el fracaso, mire que sirve de ejemplo para
los demás no vayan por el mismo camino, incluso sirve de inspiración para
escribir sobre su experiencia. Usted no hace dinero, pero con su caso, algún
autor y conferencista sí lo hará. Entre tanto, yo solo quise hacerle un pequeño
reconocimiento y dejar de restregarle lo que otros han hecho. Hoy el pedestal,
el pedestal del fracaso se lo dedico a usted.
Twitter: @alejodiceque
Twitter: @alejodiceque