miércoles, 29 de abril de 2015

Un poquito fanático de Montoya

Sólo cuando él tiene 39 años vengo a darme cuenta de que soy un 'Montoyadependiente' y sólo ahora que reviso la cantidad de material que guardé de él puedo decirlo y reconozco que sí soy su fan. A Juan Pablo Montoya ni lo conozco en persona, pero qué importa, para bautizarme como uno de sus fanáticos basta con recordar cada maroma que he hecho para seguir su carrera.

Obvio fue su momento en Fórmula Uno en el que la fiebre era evidente, aunque en ese entonces no haya sido consciente de que preferí comprarle a Montoya su álbum de BonBonBum sobre los cuadernos de Ana Sofía Henao o cualquier disco de Metallica...

Todo empezó en 1999, cuando ganó en Long Beach. Por radio, Germán Mejía Pinto se descocía de la emoción al reportar a Montoya como el ganador de la válida en la Fórmula Cart. Desde entonces, el Canal Uno compró las transmisiones de la temporada y Caracol Radio le abrió un espacio en una de sus emisoras a los Mejía para que transmitieran sus carreras.

Fue como si hubieran anunciado el IPhone o la integración de tarjetas en Transmilenio: absoluto éxito de taquilla. Montoya ya había corrido dos válidas ese año, pero solo fue después de Long Beach que me inocularon la fiebre Montoyadependiente.

Por fortuna la mayoría de carreras era en horario dominical y decente, es decir pasado el mediodía, pero había sus excepciones y es ahí cuando debo reconocer que sí me volví su fanático. La Cart competía en Australia y a medianoche en Colombia, en mi casa todos andábamos como si fuera 24 de diciembre, solo que sin la música de ¡Candeeeela!, ni el vecino con la de ¡Oooooolímpica se metiooooooó!

Una vez, una de las carreras no pudo terminar el domingo por lluvia y decidieron acabarla el lunes: ¡Nooooooo! En plena clase iba a ser imposible seguirla, pues un inconsciente afiebrado como yo no iba a dejar que eso pasara. Con sigilo y la experticia de agente de la DEA, me camuflé un audífono pequeño que salía por una de las mangas de mi camisa y cada vez que podía me llevaba la mano a la oreja y problema resuelto... "Viene Montoya, cruuuuuuza Montoya... ¡Atención pits, pits, pits... A pits Montoya! ¿En qué clase estaba?, quien sabe.

No salí a echar harina ni a pitar cuando quedó campeón, ni de las 500 millas de Indianápolis ni de la temporada. Qué pésimo fanático o qué pobre muérgano al que su mamá no le dejaba asaltar la cocina.

Una vez el hombre pasó a la Fórmula Uno, la mercadotecnia hizo de las suyas y en consecuencia resulté con tanta maricadita de esa época: afiches, camiseta Michelin, revistas, fotos, grabaciones hasta mis diseños de calendarios con las escuderías y pilotos.

La Gran Carpa obligaba a madrugar. Sí y no solo los domingos, también los sábados porque fanático mamerto que se respete siguió las clasificaciones completas, las 18, una tras otra cada uno de los años en que compitió en la máxima categoría.

Los primeros años fueron tortuosos, porque la Fórmula Uno es un negocio que no se compra de emergencia al tercer domingo de la temporada y en ese entonces los derechos exclusivos los tenía un canal, hoy en Q.E.P.D., llamado PSN. Quedaban dos soluciones o tener el cable con PSN o la cuasi-extinta parabólica con la señal de O Globo (el único que podía transmitir en directo a parte de PSN) En mi casa no había ni a ni b. OMG! Pues a la casa de una amiga de mi hermana fui a parar. Sí, ¡Todos los domingos de carrera a las 6:40 a.m. iba a despertar a esa familia para que me dieran permiso de ver la carrera! Sólo un fanático desquiciado hace esas cosas...

Y si tenía clases de 7:00 los sábados, me quedaba en la puerta del salón hasta que cantaran "bandera a cuadros" pero no entraba sin saber en qué posición había clasificado. Los locos fuimos muchos, hasta los gerentes que decidieron unir Caracol y RCN: "una sola radio para la Fórmula Uno".

Cómo olvidar aquel domingo en que Montoya hizo una de las maniobras más grandes de la historia de la Fórmula Uno, cuando en Brasil pasó a Michael Scumacher, en su tercera carrera en la categoría... ¡Y yo en un colectivo! WTF???? Tenía trabajo de grupo de la universidad y no había logrado estar a tiempo en la casa donde nos reuníamos (a tiempo para la carrera porque para la cita sí iba puntual). Cuando llegué, obvio pedí la señal contra viento y marea en aquel lugar (La familia Rincón) donde el televisor era un adorno al que le pasaban la plumilla de limpiar polvo nada más.


Y si la carrera en Malasia o Japón y la hora no ayudaba, no importaba, ahí estaba despierto escuchando por radio, es más una vez mientras en el bar sonaba Joe Arroyo, yo con mi audífono camuflado seguía a Montoya en Suzuka.

Me tocó vivir la época en la que decidió dar el salto y cambiar la Fórmula Uno por la Nascar cuando trabajaba en El Tiempo. Ese día, aquél domingo fue enorme para mí, pues vi cómo el grupo de periodistas de deportes logró convencer a Montoya de hablar desde Estados Unidos, donde hizo el anuncio, para el periódico. Aquél día no fue el fanático sino el periodista el que presenció la noticia.

El hombre regresó a la Indy, donde tiene nuevamente más chances de ser protagonista y donde le volví a tomar el vuelo. Algunos lo creen vetusto y ya casi un ex, no tengo idea cuántos años más siga, pero sé que por él es que sé algo de automovilismo y es por él que nuevamente vuelvo a estar en la jugada y no soy al único que le pasa lo mismo.


Ah, y un dato más que sustenta mi confesión: ¡Gracias a Montoya tengo visa americana! Sí, le dije al cónsul que lo quería ir a ver en Indianápolis y me selló el pasaporte, al fin y al cabo tengo que reconocerlo soy 'Montoyadependiente'.

Twitter: @alejodiceque


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