domingo, 3 de abril de 2011

¡Aquí huele mal!

¿Qué reacción tiene cuando se sube a un bus y el personaje del lado expele un olor intolerable? Sí, literalmente lo noquea y lo manda a la lona… Y es peor cuando este sujeto ni siquiera tiene que levantar el brazo, no hay necesidad del arma extensible para dejarlo ‘groggy’. ¿Y si resulta que no es uno solo sino que son más de los que su delicado olfato puede resistir? ¡CATÁSTROFE!

Por cuestiones culturales existen millones de personas que no usan ‘agentes’ externos para olorizar sus cuerpos. El aroma natural es lo aceptado, de acuerdo a sus tradiciones. Si alguna vez se quejó porque en Transmilenio alguien olía mal, si iba caminando y un indigente pasó por su lado y no le gustó su esencia callejera, siéntase de buenas, es apenas una demostración de lo que a alguien más le está pasando en otro lugar del mundo, pero multiplicado por dos, tres o más veces la cantidad de olor recibida.

Todo es cuestión de culturas y al colombiano lo han educado con una tradicional asepsia idónea en el mundo moderno. Compatriota que no se bañe y mantenga aseado es por incapacidad económica, por no tener para pagar jabón, cosméticos, perfumes, desodorantes o el servicio de agua potable, pero no por desconocimiento. Por eso es normal pensar que un colombiano visite la bañera mínimo una vez cada 24 horas; lo que no sucede con individuos de otras latitudes.

De dónde vienes y te diré a qué hueles

El cliché es hablar del hedor de los franceses. Es cierto, por casos que allegados míos han vivido, aguantar el olor de su sudoración es difícil, pero es más tortuoso darse cuenta que no lo evitan por simple pereza. Cuando un francés descuidado levanta el brazo hay que poner cara de póquer, no mover ni una pestaña y esperar a que pase el momento… Sin embargo, yo introduzco al menú francés dos ingredientes bastante fuertes: los indios (gentilicio de los nacidos en India) y los coreanos. Y de postre le agrego musulmanes. ¡Qué mortal receta!

Los orientales suelen ser los personajes más saludables del planeta. Sus costumbres alimenticias les han dado longevidad sana. Sin embargo, no todo puede ser olor a rosas. Resulta que debido a las especias que comen e incluso la variedad de comida de mar que tienen, desarrollan en sus cuerpos unos olores bastante particulares. ¿Qué tal compartir un almuerzo con ellos? Con todo respeto, pero el tradicional olor de la cebolla no es tan bravo si uno tiene que terminar oliendo a comida oriental o ‘kimchi’ como he bautizado a su aroma. El kimchi es una especie de salsa picante tan fuerte que es como imaginarse a un alien chorreando su ácido, pero les aseguro que la baba ácida no es así de hedionda.

Tuve la particular experiencia de convivir con un coreano en el mismo cuarto. Él usualmente no comía en casa, por eso el único momento donde tenía que confirmar que había un coreano a tres metros de distancia, era a la hora de dormir. El hedor de su cuerpo, producto de su comida, era inmundo, a tal punto que la cosa pasó a crisis neurótica. Yo llegué a pensar que mi cama, mis cosas, mi closet, todas mis pertenencias iban a terminar untadas de su olor a kimchi. ¿Qué podía hacer para solucionarlo? La difícil, acostumbrarlo a que comiera McDonalds; la fácil, trastearme de ahí.

Otro grupo cultural es el de los musulmanes. Aclaro que no son todos. Ellos están por todas partes del planeta, incluso hay musulmanes más occidentales que yo, pero en este peculiar caso me refiero al grupo que dentro de sus tradiciones tiene el no usar desodorantes porque contienen alcohol y este elemento es prohibido en su ley. Eso es respetable, pero ojalá esa misma ley sugiriera un reemplazo porque sin desodorante un musulmán puede llegar a hacer de uno un extremista que quiere inmolarse, aunque sea la nariz para no sufrir de su olor…
Y llega la gran orda: los indios. Los mejores publicistas del planeta deben trabajar para Gillette, Menem y todas las que venden desodorantes en India, porque convencerlos de que usen un producto de estos es un verdadero ‘hit’ comercial. Yo creía que estas multinacionales habían fracasado en este país, pero no, allá están y tienen una titánica tarea por cumplir. Todos los que han tenido la oportunidad de compartir cerca de un grupo de indios sabe a qué me refiero o por lo menos está de acuerdo con que son los campeones, los que tienen la más dañina arma ‘desmayadora’.

Los indios son un choque cultural bastante impactante para cualquier occidental porque la persona india es vendida como una de las más interesantes para conocer. Su tradición cultural lo será, mas no su aspecto, deja muchas dudas y letales aromas. El hedor del indio es como una mancha de petróleo en el mar: se sabe por donde pasó y los desastres que causó. Al leer sobre las experiencias que tiene la gente visitando la India confirmo que no es cuestión racista, es sencillamente que el impacto que producen es inolvidable.

¡Que no me toque!

Usar un medio de transporte en donde la población india sea alta es tan desafiante como pintar un grafiti en la Casa de Nariño. Subirse a un bus tiene muchos riesgos. Uno, puede que el bus no tenga ventanas corredizas; dos, puede que tenga pocas sillas disponibles y le toque sentarse al lado de un indio; tres, que el bus vaya lleno y le toque de pie junto a otro indio que va de pie con su brazo alzado. Cuatro… si hay cuatro timbre y bájese… ¡no se torture más!

Montarse a un tren, por ejemplo, debería ser considerado como una actividad de alto riesgo, no porque el tren se descarrile sino porque en un mismo vagón pueden converger indios, musulmanes y coreanos… ¡Que no me toque! ¡Por favor! Pero no crea que es hipotético, esto sucede en todo momento, en este preciso instante, en cualquier metrópoli: Nueva York, Londres, Sidney, hay un de malas al que lo están matando a punta de mal olor.

Imagínese estar bajo 30 grados de temperatura y tener que usar un taxi, cuyo conductor es uno de los mencionados y que por cuestión climática ha cerrado las ventanas para prender el aire acondicionado… No, no crea, el aire acondicionado no lo librará de la bomba sudorienta que ahí adentro ha de explotar. Y un dato adicional que lo puede traumatizar más: los indios se ocupan comúnmente como taxistas a cuanto país emigran ¿Quedó con ganas de una carrera?

Estas son las experiencias que me indican dónde no debería oler mal pero apesta y con el olfato de un sabueso ya sé qué causa esa repugnancia. Me pregunto entonces ¿A qué olerá el camerino de un equipo indio? ¿Sus zapatos? ¿Cómo será compartir un sauna con ellos? Preguntas que jamás me atreveré a resolver, si hay algún valiente, pues hágalo, pero su vida pende peligro, en mi caso sé que cuando visite un camerino o entreviste a un futbolista o me tome una cerveza con un ‘ruso’ en Colombia, ya no me quejaré de su sudor, porque sé que será pasajero y no pondrá en peligro las narices de los demás.

Twitter: @alejodiceque

1 comentario:

  1. Yo lo digo por experiencia, yo vivo a la par de una india y huele espantoso la bandida, cuando paso por la entrada de su cuarto esa vara huele a puro sobaco marinero que cosa más horrible, hasta que me dan ganas de vomitar :S y sabe que aún me faltan 7 meses viviendo cerda de esta cochinota waaaa!!

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